La enfermedad como metáfora: un enfoque desde la hermenéutica de Paul Ricoeur
Benavides Fernández Mario
La enfermedad como metáfora: un enfoque desde la hermenéutica de Paul Ricoeur
En-claves del pensamiento
Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, División de Humanidades y Ciencias Sociales

				
Resumen

				
El uso de metáforas resulta habitual cuando se habla de la salud y de la enfermedad. Estar enfermo no se refiere solo a un estado disfuncional del cuerpo humano, sino también a un conjunto de experiencias individuales y colectivas que trascienden los aspectos biomédicos, en las cuales el lenguaje adquiere particular importancia. Susan Sontag señalaba que las metáforas aplicadas a enfermedades como el cáncer terminaban por afectar la salud del enfermo, por lo que insistía en eliminar del lenguaje de la enfermedad los elementos metafóricos. El artículo se propone examinar desde la hermenéutica de Paul Ricoeur aspectos claves de la metáfora que permitirían a una persona enferma afrontar el desafío de una dolencia grave. La experiencia de la enfermedad ocasiona que la continuidad y coherencia interna del individuo sea cuestionada, provocando una disrupción de la identidad de la persona. El recurso a la construcción de narrativas sobre la enfermedad ofrece a la persona que sufre una dolencia grave un nuevo contexto que abarca tanto el suceso de la enfermedad como los restantes eventos de la vida, otorgándoles un sentido y brindando la posibilidad de configurar (o reconfigurar) la identidad trastocada. La acción transfiguradora de la ficción se alcanza con el uso de metáforas que permiten la redescripción de un mundo en el cual la persona enferma proyecta sus posibilidades más auténticas. Finalmente, a través de dos testimonios literarios provenientes de la literatura femenina, se ejemplifica el papel positivo que las metáforas pueden cumplir en el discurso sobre la enfermedad.
Si la metáfora parece ser un protagonista inevitable en el discurso sobre la enfermedad, cabe preguntarse si ella puede cumplir allí un papel distinto al habitual. Sobre todo, conviene saber si la metáfora puede ser esa herramienta conceptual que le permita al enfermo la recomposición de su identidad trastocada por el evento de la enfermedad. Para esclarecer este punto se recurrirá al filósofo francés Paul Ricoeur y sus aportes en el campo de la hermenéutica. En especial, se consideran conceptos suyos como el de identidad narrativa, mundo del texto, triple mimesis y variación imaginativa, que permitirán establecer y valorar el papel que cumple la metáfora en la elaboración del discurso sobre la enfermedad.

			
Estos elementos teóricos, además, permitirán comprender cómo el sujeto enfermo puede afrontar el desafío a su identidad causado por una enfermedad grave, esto por medio de la construcción de ficciones narrativas en las que el uso de la metáfora permite el acceso a otras formas de ser sí mismo.
El esfuerzo del enfermo por reconstituir el sentido de su vida a través de un relato le exige urdir una trama con el contenido de su propia experiencia vital. En este caso, no se trata de un calco fiel de los sucesos de la realidad, sino de reordenar esos motivos en un plano más elevado de significación. El sujeto, nos enseña Ricoeur, accede a la comprensión de sí mismo sólo después de un recorrido por los signos, símbolos y textos que hacen parte de la cultura a la que pertenece.

			

				

				

					Paul Ricoeur, Del texto a la acción, trad de Pablo Corona, (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica,2010), 31.

			39 Por eso mismo, la persona enferma puede integrar en su relato contenidos textuales diversos que le permiten construir su propia historia de vida. Pero al integrar dichos contenidos en su relato, debe deslindar ese texto de las posibles intenciones del autor y del contexto situacional con el fin de que se desarrollen otro tipo de referencias no ostensivas a las que se puede llamar mundo, entendido éste no desde una dimensión cosmológica, sino desde una dimensión ontológica del decir y del actuar humanos.

			

				

				Ibid., 187.

			40 Si con la elaboración de una trama basada en los eventos de su propia vida el enfermo reconstruye la acción que conforma su historia de vida, con su aproximación a los textos de su tradición cultural accede a la comprensión de sí mismo, en búsqueda de una transformación de su vida asediada por la enfermedad. A esta mediación, por medio de la cual el narrador que configura un relato transita hacia un lector que interpreta un texto, Paul Ricoeur la ha denominado triple mimesis y por su importancia en el tema será descrita a continuación.
La dinámica de la mimesis nos ayuda a comprender mejor la situación propia de una persona afectada por una enfermedad grave, que inmersa en el caos provocado por la dolencia que lo afecta busca reconstruir su identidad trastocada, la relación con su cuerpo y aquel mundo familiar que parece haber perdido. En la precompresión del mundo que caracteriza a la mimesis I, el enfermo es arrastrado a un mundo prefijado en el que prácticamente ha perdido su autonomía. Mientras en el aspecto médico es un paciente que debe seguir un estricto régimen terapéutico para recuperar algún día la salud perdida, en el plano familiar, los cambios corporales implicados en la dolencia lo convierten en un ser dependiente. Sus posibilidades de acción se ven disminuidas en algún grado, y como resultado hay un sentimiento de pérdida de control. La red simbólica en la que se desenvuelve el enfermo se suele poblar con esas metáforas y símbolos perniciosos de las que hablaba Susan Sontag y que oscurecen su experiencia. Por otra parte, el marco temporal en que se desenvuelve la existencia del enfermo ahora es condicionado por las exigencias propias de la medicina. Desde los horarios para tomar medicamentos en ciertas horas del día y el condicionamiento de las citas médicas a lo largo del año, hasta el pronóstico médico que asigna una probable duración a su vida, el tiempo del enfermo es ahora el tiempo del régimen médico.

				
La experiencia de continuidad y coherencia interna del individuo es cuestionada y sufre una ruptura. Es aquí donde las herramientas narrativas resultan particularmente útiles, al permitir que una persona enferma elabore una trama con su historia, en la que además de los eventos traumáticos ocasionados por la dolencia que padece se incluyan las demás circunstancias de su vida. Estamos en la mimesis II. Por lo general, el recurso a estos elementos narrativos tiene lugar a instancias de un facultativo o de un terapeuta, tal vez de un grupo de apoyo, si es que no, bajo la propia iniciativa del enfermo que quiere dejar registro de su experiencia. En un momento dado puede encontrar en una obra literaria, un filme, o en el testimonio de otro enfermo un elemento inesperado que le permita vislumbrar un plano más alto de significación en su propia vida, ahora afectada por la enfermedad. No será posible ya traer de vuelta a su antiguo yo, pero puede darle nuevas formas a su antiguo mundo a través de la imaginación (mimesis III). Aquí, la metáfora juega un papel fundamental.
Vale la pena aclarar que, aunque el recurso a textos literarios implica en un momento dado poner en suspenso nuestra subjetividad, esto no significa una desconexión radical con toda experiencia real o posible, pasada o futura.

			

				

				Prada y Luna, Hacia una fenomenología…, 170.

			67 Atender a una ficción narrativa, rica en metáforas vivas, representa para quien padece una enfermedad una nueva forma de comprenderse así mismo en la que puede recuperar la agencia de su propia vida; puede significar, también, una relación crítica con las personas de su entorno. Ese es el tema de la siguiente sección.

			

			

				
Metáfora, narración y enfermedad

				
En las secciones anteriores el examen de algunos conceptos hermenéuticos presentes en la obra del filósofo Paul Ricoeur nos permitió delimitar un campo teórico en el cual se perfilan herramientas discursivas con las que una persona enferma puede afrontar el desafío de su enfermedad. En el siguiente apartado se precisa tal propuesta con dos ejemplos procedentes de la literatura femenina, en los que la hermenéutica de Paul Ricoeur y la importancia que tiene allí la metáfora como generadora de dobles sentidos pueden aclarar el camino de la persona enferma en su intención de trascender el estado a que lo ha reducido su dolencia. Antes de eso se requiere una revisión del concepto de obra y un repaso sucinto de los géneros narrativos sobre la enfermedad, esto para una mejor comprensión de los ejemplos que vienen a continuación.

				
Ricoeur entiende por obra a la secuencia cerrada de discursos que puede ser considerada como un texto.

			

				

				Ricoeur, Del texto a…, 108 y ss.

			68 Una obra es más larga que una oración, una obra está sometida a una codificación que hace que el discurso sea una narración, un poema, un discurso, etc. Una obra, además, posee un estilo. Si bien muchos discursos relacionados con la salud y con la enfermedad entran la categoría de obra, (códigos legales, papers científicos, artículos de prensa) no todos parecen tener el alcance suficiente para configurar mundos habitables para el lector. Esto último parece ser privilegio de la ficción y su capacidad para reconfigurar de manera radical a la realidad. Por otra parte, el uso de metáforas en los ejemplos de obra antes mencionados se acerca más a una función retórica que a una referencial. De hecho, es en ese tipo de obras mencionadas que suelen abrevar aquellas malas metáforas que desfiguran la experiencia de la enfermedad. Por tal motivo se tomaron como ejemplos obras literarias donde es evidente el papel de creador de la metáfora. Los géneros elegidos participan de esa ambigüedad característica de la literatura moderna, donde los límites entre novela, ensayo autobiográfico y poesía no son claros.
El tercer tipo de narrativa descrito por Frank

			

				

				Ibid., 115.

			71 es la de la búsqueda. Este tipo de narrativa pretende dar un sentido a la experiencia de la enfermedad. Aquí la enfermedad es concebida como un viaje al cabo del cual el enfermo obtiene una lección importante para su vida. Aunque es un tipo de historia más optimista que la del caos, no implica necesariamente la posibilidad de recuperación de la enfermedad. No obstante, es el género donde mejor parece encajar la propuesta hermenéutica de Ricoeur. De acuerdo con Frank las historias de búsqueda tienen tres facetas: las memorias, el manifiesto y la automitología.

			

				

				Ibid., 119.

			72 Las memorias permiten el examen crítico del pasado, a través de juegos temporales en los que se rompe la línea del tiempo. En el manifiesto la narración adquiere un talante profético y con frecuencia demanda la acción social, mientras que en la automitología se presenta al autor como alguien que, no sólo ha sobrevivido, sino que ha podido renacer de sus cenizas. Su lenguaje es más personal que político y hace hincapié en el cambio individual, no en la reforma social, con el autor como ejemplo de este cambio.

			

				

				Ibid., 120.

			73 A continuación, veremos dos ejemplos literarios en los que se recurre al género narrativo de la búsqueda, y en los cuales se constata el papel creativo de la mimesis en la redefinición de la identidad de la persona enferma.

			

			

				
Dos casos ejemplares sobre la metáfora y la enfermedad

				
Gracias a la hermenéutica de Paul Ricoeur fue| posible comprender la importancia que adquiere la metáfora dentro de los medios narrativos con los que se pretende ofrecer nuevas posibilidades de referencia al lector. Si nos situamos en el campo de la salud y de la enfermedad esa capacidad referencial de la metáfora resulta especialmente valiosa si se pretende ensanchar los horizontes vitales de la persona enferma. El objetivo de este esfuerzo hermenéutico es que la experiencia vivida por el enfermo pase al primer plano del discurso en donde podrá transfigurarse hacia nuevos modos de acción.
Ella vuelve a parirlo, ella quiere darle sangre y lo hace con palabras, en especial a través de una metáfora tomada de un texto de Nabokov. Se trata de una historia de caos de un hombre que ha perdido a su hijo y al que luego ve transfigurado en una hermosa polilla que surge de un capullo:

				

					
Tuvo una fugaz sensación de que la vida terrena se extendía ante él totalmente desnuda e incomprensible -atroz en su tristeza, humillantemente inútil, estéril y vacía de milagros...en ese instante se oyó un chasquido -un sonido fin como el de una tensa banda de caucho que se rompe. Septos abrió los ojos. El capullo en la lata de galletas había reventado en un extremo, y una criatura negra y arrugada del tamaño de un ratón, se arrastraba por la pared aledaña a la mesa. Se detuvo, aferrándose a la superficie con sus seis patas velludas, y empezó a palpitar de manera extraña. Había emergido de la crisálida porque un hombre abrumado por la pena había llevado una caja de lata a su habitación tibia y la tibieza había penetrado su tensa envoltura de hojas y de seda.

			

				

				Ibidem.

			78

					
El año anterior, mientras esperaba casi cuatro semanas para mi primera biopsia, me había enojado con mi pecho derecho porque sentía que, de una forma inesperada, me había traicionado, como si ya se hubiera separado de mí y se hubiera puesto en mi contra, creando ese tumor que podía ser maligno. Y a pesar de que ella acaba por aceptar la pérdida de una parte de sí misma no deja de sentir una profunda tristeza: Y, sin embargo, aún si llorara durante cien años, no podría expresar la pena que siento en este momento, la tristeza de la pérdida.

			

				

				Audre Lorde, Los diarios del cáncer, 25.

			90

					
El uso de metáforas resulta habitual cuando se habla de la salud y de la enfermedad. Estar enfermo no se refiere solo a un estado disfuncional del cuerpo humano, sino también a un conjunto de experiencias individuales y colectivas que trascienden los aspectos biomédicos. El lenguaje adquiere por tanto especial importancia. La nomenclatura misma de las enfermedades tiende al uso de partículas negativas o a la asociación entre la enfermedad y lo malo. Sontag señalaba que las metáforas que se imponían al cáncer denotaban cuán vastas eran las deficiencias de nuestra cultura, pero era positiva en cuanto al hecho de que el lenguaje sobre el cáncer -el emperador de las enfermedades- evolucionara con los años.

			

				

				Sontag, La enfermedad como metáfora, 128-129.

			97 Pensaba que con el progreso de la terapéutica, el discurso no-científico sobre la enfermedad cambiaría. Las metáforas militares serían sustituidas por metáforas sobre las defensas naturales o la capacidad inmunológica del cuerpo. Entonces el cáncer se libraría de parte sus mitos.

			
Encontrar esas otras metáforas de la enfermedad de las que habla Sontag o encontrar un medio donde la metáfora pueda desplegar su riqueza de posibilidades referenciales fue el objetivo del presente trabajo. Para ello se ha seguido la ruta de los conceptos hermenéuticos de Paul Ricoeur los cuales permiten ubicar a la metáfora en el corazón del relato que construye el enfermo con miras a trascender esa situación disruptiva que afecta su vida. La idea era reconocer esa clase de metáforas por medio de las cuales su historia de vida puede salir enaltecida, tal como la exigía Aristóteles al hablar de la mimesis.

			
Esto implica superar viejas concepciones acerca de la metáfora que la ubicaban como un recurso retórico, útil para la estética, pero con apenas valor epistémico. El carácter referencial de los enunciados metafóricos, ricos en dobles sentidos, permite la redescripción de la realidad ejerciendo su función mimética en el campo de los valores sensoriales, emocionales, estéticos y axiológicos, de tal modo que la persona enferma es capaz de descubrir un mundo habitable en el cual puede recuperar la agencia de su propia vida.

			

				

				Ricoeur, Del texto a…, 27.

			98

			

			
En el caso de Audre Lorde y sus Diarios del Cáncer se ha visto como el uso de una metáfora específica, el de la guerrera amazona, le permitió dar un nuevo significado a su enfermedad, superando aquella metáfora que reducía inicialmente a un silencio sufriente todo lo que tenía que ver con el cáncer que padecía. No es distinto el caso con la obra de Piedad Bonnet Lo que no tiene nombre donde al final del libro la autora es capaz de ofrecer las coordenadas de otro mundo, un mundo que invita a lector a una metamorfosis a través de las variaciones imaginativas, para enseñarle a través del antiguo arte de contar historias, como llegar a sí mismo convertido en otro.
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En su libro ya clásico, The Illness Narrative, Suffering, Healing and the Condition Human (New York: Basic Books, 1998), 3 y ss.; Kleinman ha integrado los conceptos de enfermedad [disease], haciendo referencia al modelo biológico, como la alteración o disfunción de órganos o sistemas, padecer [illness], como una categoría que incorpora la experiencia y la percepción, y malestar [sickness], como el producto de la relación de los anteriores. En el presente artículo se utiliza el término dolencia para referirse específicamente a la enfermedad desde la primera persona.

					Ricoeur, Paul. . Siglo XXI Editores, 2004.Paul Ricoeur, Tiempo y Narracioón I. Configuración del tiempo en el relato histórico, trad de Agustín Neira, (México: Siglo XXI), 116.
Cabe decir que cuando tales ampliaciones de sentido pasan a ser con el tiempo parte de nuestro léxico cotidiano, tales metáforas inventivas se convierten en metáforas muertas. Por eso dice Ricoeur que 'no hay metáforas vivas en un diccionario'. Ibid., 65.
Resulta conveniente mencionar aquí la distinción que hace actualmente la fenomenología de la enfermedad entre las perspectivas de primera, segunda y tercera persona. Está diferenciación permite aclarar y enriquecer el debate sobre los privilegios propios de los distintos discursos sobre la enfermedad. El trabajo desarrollado por Piedad Bonnet constituye una elaboración, por un lado, sobre la experiencia de su hijo (testimonio de segunda persona) y, por otro lado, sobre su propia experiencia (primera persona). Andrés Contreras, concepto tesis de maestría, correo electrónico, 22 de septiembre del 2021.
'Esta selección de anotaciones de diario, que comienzan seis meses después de mi mastectomía radical modificada debida a cáncer de mama y se extienden más allá de la finalización de los ensayos que componen este libro, ejemplifica el proceso de integración de esta crisis con mi vida'. Ibid., 4.
Para Audre Lorde el cáncer no se limita al crecimiento agresivo de unas células malignas en su seno, sino a toda esa turba de palabras y gestos malignos que la han reducido a ella y otras mujeres a la cárcel del miedo y del silencio: el cáncer del racismo y de la misoginia. Benavides, La enfermedad como metáfora…, 56.
'Dado que estos le resultan ajenos, cubiertos por artefactos prostéticos, debe hacer el duelo por la pérdida de su pecho en secreto, como si esta pérdida fuera el resultado de algún crimen del cual fuera culpable'. Lorde, Los diarios del cáncer, 49.
Cómo citar: Benavides Fernández, M. (2023). La enfermedad como metáfora: un enfoque desde la hermenéutica de Paul Ricoeur. EN-CLAVES del pensamiento, 0(33), e602. https://doi.org/10.46530/ecdp.v0i33.602